La historia de este símbolo es bastante significativa dentro del pueblo metodista, y es bueno conocerlo.
Su creación se dio en los Estados Unidos, en 1968, cuando dos Iglesias (la Metodista y la Evangélica de los Hermanos Unidos) se unieron, formando la Iglesia Metodista Unida.
En ese año, un Concilio de la nueva Iglesia, (La Metodista Unida) nombró un equipo, liderado por Edward J. Mikula, para crear una marca «oficial» para la nueva denominación que surgía a partir de la fusión.
En el equipo de Mikula trabajaba Edwin H. Maynard que investigó los aspectos simbólicos de la marca «oficial». Tanto Mikula como Maynard, decidieron que cualquier símbolo que fuese creado, debería llevar alguna expresión de calor como aquella que John Wesley sintió, en su corazón, en la calle Aldersgate, en Inglaterra, cuando tuvo su experiencia religiosa, el 24 de mayo de 1738.
Por eso es que el equipo liderado por Mikula asumió el emblema que contiene la cruz vacía, recordando a Cristo resucitado, y la llama, recordando aquel calor extraño en el corazón de Wesley, en aquella noche de primavera, en la Inglaterra del siglo XVIII.
Además de eso, el simbolismo del emblema nos relaciona con Dios, el Padre, a través de la Segunda y Tercera personas de la Trinidad: Cristo (cruz) y el Espíritu Santo (llama).
Hay también otras dos connotaciones con la llama:
1º – Pentecostés, cuando fueron vistas sobre los primeros cristianos «…lenguas repartidas, como que de fuego, las cuales posaron sobre cada uno de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo…» (Hch. 2:3-4a).
2º – La fusión de las dos grandes denominaciones norteamericanas, en 1968: La Iglesia Metodista y la Iglesia Evangélica de los Hermanos Unidos, representadas en la doble flama.
En el año de 1971, la Iglesia Metodista Unida registró, formalmente, el emblema en el Departamento de Marcas y Patentes de los Estados Unidos, con el número 917433.